“Los principales retos a los que se enfrenta el sector son la apuesta por la sostenibilidad y la implantación de estrategias para hacer frente al cambio climático”
¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta el sector, en lo referente a la sostenibilidad?
En general, los aplicables a toda la producción agrícola. Reducir los impactos ambientales, trabajar en un sistema económico justo y sostenible, a la vez que se mejoran las condiciones sociales propias y del entorno, en el marco de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la UNESCO (SDG).
Las características de la viña en nuestro espacio geográfico e histórico -cultivo integrado en el paisaje mediterráneo desde hace varios milenios- hacen que, de entrada, las formas de explotación tradicionales sean de por sí sostenibles en un alto grado. Los retos son más importantes en explotaciones intensivas, mucho más exigentes en recursos naturales e insumos; más en concreto, la gestión del agua de riego es el mayor problema en la mayoría de las localizaciones vitícolas meridionales.
¿Afrontar el Cambio Climático es el gran reto de la agricultura y en concreto del vino para el futuro inmediato?
Reaccionar, adaptar la producción a las condiciones climáticas cambiantes de cada año, es algo que el sector ha hecho y conoce desde siempre; la uva es uno de los mejores y más precisos marcadores climáticos, no por casualidad usamos las añadas para diferenciar el impacto del clima anual en la producción.
Por ello, hay una cierta adaptación (resiliencia anual, si se puede decir así) conocida de siempre en la producción de vinos.
Diría que la adaptación al cambio climático contempla estos tres niveles: 1 el tradicional mencionado de adaptación a escala «menor», anual, a las condiciones de la uva de cada cosecha; 2 la adaptación local a la deriva que se está produciendo en el clima regional y que exige la adecuación de las producciones para mantener el carácter y el «estilo» regional, individual (grado, acidez, aromas…) y 3 la que aplica a la mitigación del problema a escala global; o sea, la que se refiere a adecuar las tecnologías y actuaciones en la producción para ir mejorando emisiones e impactos ambientales ayudando a la mejora planetaria del problema. Bajo este punto de vista -si bien, toda acción por pequeña que sea, cuenta- y si se quiere tener una influencia real sobre el problema, se deben plantear, en un país con la superficie y producción de España, acciones generales que involucren a todos los operadores implicados, todas las regiones, incluidas las diferentes administraciones. Esta “puesta al día” sostenible ayudaría, además, a la mejora de la imagen, competitividad y valor de la producción.
¿Está España preparada para afrontarlo?
La sensibilidad al CC varía en función de la exposición directa al mismo; aun así, no veo una concienciación grande en el sector, ni en los organismos implicados en lo que respecta al propio CC. Menos aún, en la preocupación por la sostenibilidad en sentido más amplio. Sin duda la Ley de CC y transición energética marcará las directrices y ayudará a una mayor concienciación y claridad sobre estos temas. En todo caso, si comparamos con los países productores más avanzados, tenemos un amplio espacio de mejora por delante. Al margen de la responsabilidad ambiental del Estado y de cada operador, esto puede suponer además -en no muy largo plazo- una desventaja competencial seria para nuestras producciones.
Si se reconoce que los principales retos a los que se enfrenta el sector son la apuesta por la sostenibilidad y la implantación de estrategias para hacer frente al cambio climático, los proyectos europeos pueden ser una herramienta útil para probar o testear estas estrategias. ¿Cuáles serán las líneas prioritarias para el sector del vino desde el punto de vista de la sostenibilidad?
Los diferentes modelos de proyectos de financiación, soporte y ayuda al desarrollo, implementación de sostenibilidad e I+D Europeos suponen una herramienta muy útil para avanzar y aplicar los criterios de explotación sostenible y luchar contra el CC.
El carácter holístico de la sostenibilidad hace necesario -efectivamente- priorizar las actuaciones si queremos ir avanzando. Pero, conviene no olvidar que se trata más bien de un cambio en la manera general de afrontar todos los aspectos de actividad de una producción y de su entorno, es más un cambio de mentalidad que una aplicación más o menos exhaustiva de medidas puntuales.
Razonablemente, tenemos que priorizar los elementos en los que las mejoras sean más importantes con el mismo esfuerzo (mayor eficacia) o en aspectos que por su impacto sean críticos. El hecho de situarnos dentro del entorno legal europeo, hace que las estrategias deben centrarse prioritariamente en aspectos técnicos, sin olvidar mejorar los aspectos social y económico, aunque por el hecho de encontrarnos en el entorno europeo se sitúan ya en un nivel alto.
El análisis de ciclo de vida (LCA), medidas de las huellas hídrica, de carbono, energética y química serían sin duda las prioridades mayores para empezar una gestión sostenible de viñas y bodegas. A partir de ahí, todo desarrollo de mejora a través de nuevas aplicaciones, I+D que ayude a mejorar todo impacto ambiental supone un avance.
Como referencia para la aplicación de criterios de sostenibilidad en el sector disponemos de las resoluciones de la OIV y alguna iniciativa legislativa general, tanto española como europea, sobre mejores prácticas en agro-alimentación, aunque son éstas son bastante genéricas. Las normas ISO ad-hoc y las europeas EMAS (SGMA) representan buenas referencias; si bien, se echa en falta un texto claro, sencillo y específico que facilite la implantación de los criterios sostenibles en la generalidad del sector del vino, con independencia del potencial y tamaño de cada operador. Un texto oficial de fácil interpretación ayudaría al sector, no tanto como medida disuasoria, sino como guía o referencia de actuación.
Existen una multiplicidad de mensajes e interpretaciones sobre sostenibilidad, se necesita un esfuerzo de armonización y comunicación para el mejor enfoque y coordinación de todas las acciones que se emprendan hacia una mayor sostenibilidad de las producciones; hoy el sector sufre por la dispersión y profusión de mensajes, hay poca claridad y bastante confusión. Esto dificulta, tanto la implantación de medidas, como la comunicación al mercado de las mismas.
De igual manera, un análisis comparativo las iniciativas puestas en práctica en países productores más avanzados, nos daría una visión real de nuestra posición en el mundo bajo una perspectiva ambiental y facilita los avances en la aplicación de criterios sostenibles por la propia evidencia de los hechos.
¿Cómo deben solicitarse (consorcios, iniciativas individuales, etc) y qué actores deben estar implicados?
En función de los objetivos de cada iniciativa se deben definir los participantes, como se ha dicho, los diferentes sistemas de apoyo y financiación europeas, españolas y regionales dan cabida a multitud de proyectos; línea general todos los stakeholders deben ser los implicados, puesto que todos están “obligados” a aplicar criterios sostenibles y luchar contra el CC.
Hay que tener en cuenta que España cuenta con una excelente herramienta para canalizar las iniciativas de I+D+i y de implantación de criterios sostenibilidad y lucha contra el CC: la Plataforma Tecnológica del Vino, que ha dirigido, coordinado y gestionado los mayores proyectos de investigación medioambiental de España y también interviene en proyectos de aplicación de sostenibilidad como LIFE PRIORAT+MONTSANT y, en el caso de Navarra, el incipiente proyecto Smart Wine que pretenden servir de ejemplo en la aplicación real -sobre el terreno- de criterios sostenibles, demostrando que el camino hacia un sector sostenible es factible y que, en más de un aspecto, puede representar una oportunidad.